Georgina Barbarossa: El calvario del juicio por el Vasco, "los quería matar con mis propias manos"

En 2001, la vida de Georgina Barbarossa dio un vuelco terrible. Un llamado le confirmó que su esposo, Miguel "El Vasco" Lecuna, había sido asesinado durante un intento de robo mientras viajaba en un taxi por Palermo. Desde ese día, la actriz y conductora comenzó a transitar un dolor que, asegura, la acompaña hasta hoy.En una reciente entrevista con Ángel de Brito en "Bondi Live", Georgina se animó a revivir ese momento tan íntimo y doloroso. De Brito le preguntó cómo se hace para reponerse cuando "te arrancan a tu amor". Ella describió el shock inicial, la llamada al hospital, la confirmación de la tragedia y la negación a aceptar la muerte.Contó que al principio no entendía nada. Los terapeutas le insistieron en que velara a su marido para poder empezar a procesar la pérdida. Recién después del juicio, cuando pudo cremar sus restos y depositarlos donde él quería, sintió que empezaba a cerrar una etapa. "Al principio, yo estaba destrozada", confesó, con sus hijos de 14 años como su principal motor.Lo más difícil, según Georgina, fue el proceso judicial. Enfrentarse cara a cara con los responsables de la muerte de su compañero la llenó de una ira incontrolable. "Lo que yo sentí en ese momento es que yo los quería matar con mis propias manos", reveló, admitiendo que el odio la invadía. Incluso recordó un episodio en el que insultó a uno de los acusados y casi la echan de la sala, ante la mirada de un fiscal que le reprochaba su forma de mirarlos.A pesar del tiempo, la ausencia del Vasco sigue presente. "Es el día de hoy que lo extraño a Vasco, que igual siento su presencia", afirmó. Sus hijos, Lucrecia (hija de él) y el apoyo de su familia y amigos fueron clave para seguir adelante. Para ella, ese dolor es "una tragedia que no le deseo a nadie", un sufrimiento que no se puede describir con palabras.Con una mezcla de ternura y humor, Georgina compartió cómo ambos habían hablado sobre el destino de sus cenizas. Ella quería un "sauce eléctrico" y él, "un manso caminando", un pino que "si lo tocás así, es suavecito, pero si lo tocás así, pincha, como yo". Incluso recordó un momento insólito con una botella de Jack Daniels y un shampoo al trasladar sus cenizas, que le arrancó una sonrisa en medio de la tristeza.Aunque el duelo es permanente, la fe y el amor por sus hijos le dieron la fuerza para reinventarse. "Las madres tenemos miedo siempre, que los hijos… Para nosotros siempre son chiquitos", reflexionó. Siente que el Vasco los protege desde algún lugar, reafirmando el vínculo inquebrantable de una madre con sus hijos y el recuerdo eterno de su amor.