¡Volvió el Justiciero! Poli mató a dos pibes que lo quisieron robar: ¿Héroe o se le fue la mano?

¡Se armó el tole tole en Banfield! Un policía de la Bonaerense, que para sumar unos pesos laburaba de delivery en sus días libres, se defendió a los tiros de dos pibes que le quisieron afanar la moto. Hasta ahí, la historia de todos los días. Pero ahora, ¡agarrate Catalina!, la Justicia dice que el poli se zarpó y lo imputaron por "exceso en la legítima defensa".

El hecho pasó a fines de febrero, cuando T. V. Z., el agente, estaba por hacer una entrega en la esquina de Estrada y Godoy Cruz. Dos jovencitos, Samir Sebastián Carballo, de 14 años, y Federico Naim Jalil, de 18, lo abordaron con lo que parecía un arma. El poli, que no es ningún gil, se identificó y les dio la voz de alto. Pero los pibes, lejos de amedrentarse, siguieron apuntándole. Ahí fue cuando T. V. Z., según su declaración, no tuvo otra opción que defenderse y gatilló. Jalil quedó seco en el lugar y Carballo falleció en el hospital.

En un principio, parecía que el poli había actuado bien, en defensa propia. Incluso, se supo que los chorros tenían una réplica de un arma Glock. Pero la investigación siguió y ahora el fiscal Jorge Grieco, de Lomas de Zamora, le cambió la carátula a "homicidio en exceso de la legítima defensa". O sea, que para la Justicia, el poli se pasó de rosca.

¡Y la polémica está servida! Algunos dicen que el poli hizo lo que tenía que hacer, que se defendió y defendió su laburo. Otros, que se le fue la mano y que no tenía derecho a quitarles la vida a esos pibes, por más que estuvieran robando. Lo cierto es que la situación es más complicada de lo que parece. No es la primera vez que un policía se ve envuelto en un caso así. Hace poco, en Moreno, una oficial de la Ciudad mató a un pibe de 15 que también intentó asaltarla. En ese caso, la Justicia investiga si actuó en legítima defensa.

Mientras tanto, T. V. Z. enfrenta una causa que le puede costar caro. Y nosotros, los laburantes que salimos a ganarnos el mango todos los días, nos preguntamos: ¿hasta dónde tenemos derecho a defendernos? ¿Cuándo la legítima defensa se convierte en un exceso? ¡Queda picando la reflexión!